11 de septiembre de 2005

Y no hay caso...

Sigo con pena. Me ataca unos días más que otros, pero siempre está ahí, como incrustada, latente, aprietando el pecho, todo el cuerpo hasta ahogar. Es la soledad que me pesa, me cansa, que me duele adentro y en los músculos que casi no se quieren mover, que no me obedecen como cuidándome para no delatar mi estado. Mi ánimo se ha tornado frágil, me siento siempre en el límite.
"Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos... que renuncia a todos sus sueños y ya no cree en plegarias"
*