16 de agosto de 2005

Quería que el cielo se cayera

Anoche parecía que el cielo se caía, y no sólo eso si no que el viento acabaría con todo. Que se llevaría los malos aires, las malas vibras, los presentimientos, sentimientos, miedos, cansancios y dudas, pero todo resistió.
Desperté por el ruido que hacía el viento, me asomé y vi montones de hojas pasar "sopladas", la mini palmera que hay fuera de mi casa se mantenía a duras penas. El cielo estaba negrísimo y las pocas gotas caían de lado y pensé: "si se cae el cielo no me importaría".


Uf! Ahí recién me di cuenta, mejor dicho asumí y ordené concientemente uno por uno los miles de pensamientros que me empezaron a, literalmente, atacar cuando volvía en el bus de Viña y que empujé uno por uno fuera de mi para que no me amargaran más, pues necesitaba imperiosamente mantener el ánimo y tranquilidad que me dió el par de días que pasé frente al mar.

Pero no resultó, el viento trajo una enorme cuota de conciencia, de a poco me decaí y quede del ánimo acorde a la cotidianeidad de Santiago. Amanecí idem. No sé cómo voy a salir de aquí. La montaña que me dejaría como el fin de semana es enorme y no tengo ni la fuerza ni el ánimo necesario para ir a la casa del otro a recuperar lo que le regalé porque si, porque le creí, y porque creí que recibiría algo a cambio.
Podría intentar explicar todo esto último, pero ya lo hizo Jut., Léanlo.
Si el cielo se hubiera caído, yo habría descansado.