19 de marzo de 2006

De amistades, corazón y alma.

Mi cuerpo,
prodigio de alerta
a las señales de la vida,
proa hacia el asombro del paisaje.
Nuestro cuerpo,
este sur hermoso y maltratado,
bendito de frutos, tantas veces
profanado
por la mano de los hombres.
Mi alma,
paloma que creía
no tener dónde posarse
hasta entender el aire,
su destino.
Nuestra alma,
canción de amor
canción de anhelo
grito de guerra ante el pillaje,
palabra imprescindible
de la voz del mundo.



Venía del departamento de la Pili pensando en postear sobre lo sola que deja un simple resfrío. Vanidades más o menos, no se puede salir pálida, con la nariz roja, los ojos hinchados, gangosa y mocosa. Menos arriesgarse a las frías noches de marzo y quedar muda el resto de la semana. Obviamente, tampoco alguien querría correr el riesgo de compartir un living con personas en semejante estado…y aquí estoy, escribiendo.

Eso empezaba a hacer cuando Felipe me dice que lea su
blog. Ahí llego a otro tema, los amigos. Siempre he sido más de amigos que amigas, no sé por qué, me comunico mejor, tengo más tema. No lo sé. Aún así, a mi Pili y a mi Adita no las cambio, pues sólo con ellas existe esa metacomunicación que ahorra palabras y apura el abrazo y el cariño en el pelo, lo mismo que la mueca y la mirada cómplice de: “te lo dije”, “entiendo”, “ya va a pasar”, “yo te ayudo”. La cantidad de años e historias juntas no alcanza ni justifica todo el amor que hay aquí.

Como decía, hay muchos amigos. Los históricos que veo poco, Pelao Parra, Pelao Peñaloza, Ariel, de la época colegial; los que se fueron... También los de la U, algunos un poco perdidos por los caminos de cada cual, pero de los que siempre sé desde cerquita en caso de; otros que siempre están como Pato, Tata, Rafa, Juan, Jeff. Otros muy lejos, pero a la mano, como Rodrigo. Hoy, a punta de lágrimas, sé que no importa mucho la distancia ni las separaciones, ni el suelo que pisemos, hay cosas que no cambian. Aunque igual duelan a ratos. Desde algo así como un mes Felipe ha vuelto a andar por ahí mesengeriando, es más, en este momento su ventana me seudo grita. Leí su blog. Y claro, nada más compruebo lo que presumía -más de alguna vez adiviné que venía un tema, que la inquietud no era poca- y hoy algo anda de más en su mente o corazón… No hay tiempo hoy para juntarnos a conversar (el tiene dónde ir, no está resfriado…)

En su post habla sobre cómo aun cuando estamos tan concientes que el corazón está al lado izquierdo del pecho, que es el órgano central, que tiene forma y color, que es el símbolo del amor -Felipe parece encontrarle, sencillamente, el nexo- no tenemos idea cómo hacer para que no decida solo. Tal como dice, todos creemos conocerlo, sabemos cuándo sentirá y, más aún, a veces alcanzamos a darnos cuenta del SOS, pero no hay caso, la conexión mente-corazón suele estar caída. No como las otras.

Me he preguntado por qué, cómo hacer, me agobia a ratos, pero en general, prefiero sentir: el corazón me dice que estoy viva, prefiero incluso la pena que la nada. Así sé que mi alma, esa que no tiene ni lugar ni forma ni color, está bien. Ahora, si el alma sí tiene forma física y está en cada uno de los rincones del cuerpo humano, incluso en el corazón, no será bueno encontrar el modo de cuidar el corazón? Digo, por si acaso hay mucha alma ahí dentro? Quizás el hambre, las ansias de tener el alma a salvo, así como dicen los maestros zen “el discípulo puede encontrar iluminación cuando la busque tan desesperadamente como el oxígeno que le permite seguir vivo”, sea lo que funcione con el cuidado del corazón: solamente lo logras si hay hambre insaciable de un alma feliz y en el momento más inesperado. Como una iluminación.

Hay una leyenda celta que dice que cuando sufrieron la invasión romana, los soldados torturaron a un guerrero y le preguntaron dónde está el verdadero centro de poder, esperando que dijera Roma, él dijo: "el verdadero centro de poder es el que está entre mis pies y esta tierra"; y creo que define de la mejor manera posible el vínculo inamovible que uno tiene con la tierra, con los amigos, es decir, no importa cuánto veas, cuanto hables, si ya están en tu corazón, están ahí, en el alma.
Como en
Cuerpo y Alma de Aznar:
Canta - pensamiento y ama el alma en mantra
canta - que en el cuerpo un templo guarda al alma.