13 de enero de 2006

Al final de cada día

Puedes tener miles de conocidos, muchos amigos y amigas, a los que puedes contactar por cada uno de todos los medios de comunicación con que cuentas para tener muchos happy hour, con tragos que te gustan y tablas exquisitas que aún puedes costear. Películas que te emocionaron hasta el límite. Conciertos. Cumpleaños. Fiestas entretenidas en las que conoces más gente, y, en una de esas, uno de ellos, comprende lo que te pasa, cuando, pasados de copas, se cuentas los pesares.También lugares muy lindos, calles idem con aromas de la infancia que te dan más ganas de caminar aún. Tiempo, ganas de dormir o cansancio. Mucho trabajo incluso.Y, claro, ésas pastillas de la felicidad para la mañana o para la noche. Mas, mientras falte la cama en el lugar donde una quiere estar, al lado de quien deseas, o más simple, el llamado antes de dormir y más fácil aún: sólo saber que hay un alma que piensa en tí tanto o parecido a lo que una: sin eso, no hay modo de dejar de sentir esta pena. Eso... me voy a dormir, a la cama de siempre, que es mía, pero que no está dónde quiero y las almohadas hace siglos no sirven para imaginar que no estoy sola...