15 de enero de 2006

Muy poquita cosa

La muerte. Los médicos no hablan de ella. Aunque la cultura popular los imagine en lucha diaria con la muerte y a ellos les complazca, no hablan de la muerte. De muertos sí, por supuesto, los pacientes a veces mueren, pero cuando un doctor habla de la muerte, dice las mismas trivialidades que un taxista. De la muerte, la vieja muerte, el médico sabe tan poco como cualquiera.
La vida. Los biólogos no hablan de ella. Nunca se verá un biólogo asomado al microscopio exclamando "¡Oh, la vida!". Un biólogo habla de proteínas, animales o ecosistemas, pero no habla de la vida. Esa palabra sólo se usa en los actos públicos.
Con todo, a veces pasan cosas, como le ocurrió al Dr. Arriagada en una de las postas más duras de Santiago.Turno de noche. Gran cantidad de pacientes. Ambiente frenético. De pronto notó un hombre abandonado sobre una camilla, volverían más tarde sobre él, la atención del equipo se había volcado a pacientes más graves. Era más bien medio paciente, un hombre sin piernas ni brazos, las había perdido hacían años y circulaba sobre un minúsculo carrito de madera entre los puestos de la Vega Central, viviendo de limosnas y de la comida que le daban los feriantes.
Acababa de ser atropellado y el pequeño bulto se retorcía sobre la camilla.
- Doctor, ¡sálveme la vida! -exclamó.
¿A qué vida se refería? ¿Qué vida quería que le salvaran?
No tenemos idea de lo que es la vida, pero pareciera que no es algo muy grande, sino pequeño. Bastante menos que esa vida metafísica de los discursos, y bastante más valiosa.
Frágil, poquita cosa, pura promesa. Y nos encanta.

Beltrán Mena/ Artes y Letras/ El Mercurio 15.01.06